miércoles, 22 de abril de 2015

El Cuendú

                                                           El Cuendú

     Una vez instalado mi cuendú en el zoológico, fue ubicado en un ambiente más acorde a su hábitat. Me puse feliz, sabía que sufriría menos su estado de domesticidad. Iba a visitarlo seguidamente, y sé que él sabía que yo estaba cerca.  Lo asombroso era con qué facilidad parecía adaptarse a este nuevo lugar, pero seguía manteniendo esa actitud de penitencia.
    Un día, Onelli me comentó unos cambios que habían sucedido en mi extraña criatura; cuando yo iba a visitarlo, estaba manso y tranquilo, y cuando no, comenzaba a lanzar sus púas de forma incontrolable. Era preocupante, ya que no sólo mostraba un cambio de ánimo sino que se convertía en una amenaza letal. Entonces me pregunté si sería ésa su forma de hacerme entender que yo era la única persona con la que quería estar.
   Decidí no verlo por un tiempo, pero me mantuve en contacto con Oneill. La situación era cada vez peor. Había sucedido lo inevitable; sus púas volaban descontroladamente  y podían herir a personas y a animales. Esto haría que tarde o temprano se lo llevaran de ahí.
    Quizás yo sería la única persona que podía controlarlo, volví, y al verme, vi en su mirada otra vez esa dulzura que me había conmovido, lentamente me acerqué y él tomó mi mano, llevó mis dedos a su boca y se lo veía tranquilo, seguro.  Todo parecía tener sentido. Los dos nos conectábamos.
 De repente, sentí un inmenso dolor en mi pecho, cuando logré ver una de sus enormes púas clavada en mi piel. Sentí que moría, pero algo sucedió; me fui de a poco transformando en un cuendú, y entendí que eso era todo lo que quería de mí ese animal monstruoso en el que yo ahora me había convertido.